“Todo comunica. Una mirada. La forma en que vestimos. La manera en la que saludamos. Como caminamos. Lo que hacemos. Una palabra. Un gesto. Todo, absolutamente todo, nos dice algo. La teoría de comunicación desarrollada por Ray Birdwhistell, lo marcó hace varios años atrás. Las distancias establecidas entre dos seres o más, dicen mucho más que las palabras”.
Solo hace falta una sonrisa para trasmitir fuerzas y esperanzas. Educar no es la extensión única del conocimiento, sino la puesta en acción de lo que decimos. “No es el trabajo de uno sino de todos” emite firmemente el maestro de los niños. Cano, como lo llaman, trabaja hace diez años en educación rural, hace 5 ubicado en la Isla Tacuarí. Vive en Empedrado y recorre dos kilómetros en vote para llegar hasta el salón de estudio donde aprenden todos juntos.
Para llegar hasta la colonia se invierten dos horas y media si el camino esta bueno. Pero como las inclemencias del tiempo son siempre variables a los cambios, acercarse hasta la Escuelita cuesta trabajo. Aun así, los niños asisten para aprender las diferentes temáticas que el Maestro les entrega.
La escuela nº 797, comparte su anexo en la Colonia Soto. Allí se encuentran otros docentes con las mismas realidades pero diferentes vivencias. Los escenarios de vida son un tanto sorprendentes, ejemplares y genuinos. Eran las nueve de la mañana y un frío viento acompañaba el recorrido que marcaría una jornada extraordinaria en la Isla Tacuarí. En la llegada de la visita nos recibió el maestro Cano con una gran sonrisa y expectativas del trabajo. Eduardo un colaborador de la Escuela que apareció un día cualquiera con la única intención solidaria de sumarse.
Durante la jornada, la Ing. Agr. Cyntia Aguirre, técnica del programa Pro-Huerta, emitió varios conocimientos sobre la preparación de plantines, transplantes desde los almácigos, y cuidados de las semillas recién sembradas. Junto a los niños, colocaron algunos espantapájaros fabricados por ellos mismos con materiales de la zona, a fin de cuidar lo recién plantado de algunas aves que acechaban el lugar.
Mientras las clases se compartían en la huerta escolar que esta ubicada a la entrada de la escuela, llegaban los padres y vecinos que asisten a las charlas para poder aplicarlo luego en sus casas. Durante la preparación de la tierra que realizaba Eduardo, unas mujeres se acercaban y nos comentaban en que utilizarían las verduras que iban a plantar. La mayoría, para el consumo propio, mientras que otras pensaban en vender algunas verduras para un pequeño ingreso económico.
Había transcurrido el tiempo y las madres, ya cerca del medio día, se pusieron en campaña para preparar el almuerzo. La jornada estaba acabando. Todo estaba absolutamente plantado, los niños junto al maestro Cano, se dirigieron al río, en busca de agua para regar la huerta.
El agua una gran necesidad
La escuela cuenta con aljibes para recolectar agua y utilizar para consumo. Sin embargo no da abasto. El río queda a unos pocos metros y se acercan hasta él, cada vez que requieren para regar la huerta o darle otra utilidad que no sea para consumir explica el maestro. Sin embargo, durante la realización de unas encuestas que hizo la técnica del Pro-Huerta, algunas familias contaron que consumían el agua del río para tomar y que sólo, algunos días compraban gaseosas o jugo.
La escasez del agua es interminable. Las respuestas de los municipios no alcanzan y las imposibilidades de medios económicos siempre están presentes. Las esperanzas de los maestros, familia y alumnos que viven en la colonia no se terminan pero el deseo por calmar sus necesidades se agiganta. Las situaciones son menos precarias que en otras zonas, sin embargo la espera por respuestas es de la mima medida. “Lo que necesitamos es una ayuda o que nos enseñen. No queremos que nos hagan casas o nos den todo. Estamos cansados de la visita en busca de votaciones y la bolsita de mercadería, que nos den recursos para trabajar, para construir, eso es ayuda suficiente”: Expresaba el maestro Cano en una charla que se mantenía con Lili, una promotora del programa Pro-Huerta y que a su vez presta servicios en la municipalidad de Puerto Vilelas. Ciudad de la cual dependen la escuelita de isla Tacuarí y Soto.
Mientras el día se extendía y las horas se escapaban de nuestras manos, los mates, las palabras y las charlas a menas, se comenzaban a despedir. Los niños, que correteaban por el predio, preparaban algún pequeño regalo para no dejarnos ir con las manos vacías. Sin embargo, su entrega de afecto y cariño llenaban nuestras expectativas. Bastaba de una sonrisa para trasmitir fuerza y esperanzas de que tan pronto, en un abrir y cerrar de ojos, las necesidades estarían satisfechas. No a través del gobierno, tampoco de la bolsa de mercadería, mucho menos de la asistencia de los programas sociales, sino a través del esfuerzo y voluntad que ponía cada uno de ellos para progresar. El animo por aprender y construir un mañana mejor.
Para llegar hasta la colonia se invierten dos horas y media si el camino esta bueno. Pero como las inclemencias del tiempo son siempre variables a los cambios, acercarse hasta la Escuelita cuesta trabajo. Aun así, los niños asisten para aprender las diferentes temáticas que el Maestro les entrega.
La escuela nº 797, comparte su anexo en la Colonia Soto. Allí se encuentran otros docentes con las mismas realidades pero diferentes vivencias. Los escenarios de vida son un tanto sorprendentes, ejemplares y genuinos. Eran las nueve de la mañana y un frío viento acompañaba el recorrido que marcaría una jornada extraordinaria en la Isla Tacuarí. En la llegada de la visita nos recibió el maestro Cano con una gran sonrisa y expectativas del trabajo. Eduardo un colaborador de la Escuela que apareció un día cualquiera con la única intención solidaria de sumarse.
Durante la jornada, la Ing. Agr. Cyntia Aguirre, técnica del programa Pro-Huerta, emitió varios conocimientos sobre la preparación de plantines, transplantes desde los almácigos, y cuidados de las semillas recién sembradas. Junto a los niños, colocaron algunos espantapájaros fabricados por ellos mismos con materiales de la zona, a fin de cuidar lo recién plantado de algunas aves que acechaban el lugar.
Mientras las clases se compartían en la huerta escolar que esta ubicada a la entrada de la escuela, llegaban los padres y vecinos que asisten a las charlas para poder aplicarlo luego en sus casas. Durante la preparación de la tierra que realizaba Eduardo, unas mujeres se acercaban y nos comentaban en que utilizarían las verduras que iban a plantar. La mayoría, para el consumo propio, mientras que otras pensaban en vender algunas verduras para un pequeño ingreso económico.
Había transcurrido el tiempo y las madres, ya cerca del medio día, se pusieron en campaña para preparar el almuerzo. La jornada estaba acabando. Todo estaba absolutamente plantado, los niños junto al maestro Cano, se dirigieron al río, en busca de agua para regar la huerta.
El agua una gran necesidad
La escuela cuenta con aljibes para recolectar agua y utilizar para consumo. Sin embargo no da abasto. El río queda a unos pocos metros y se acercan hasta él, cada vez que requieren para regar la huerta o darle otra utilidad que no sea para consumir explica el maestro. Sin embargo, durante la realización de unas encuestas que hizo la técnica del Pro-Huerta, algunas familias contaron que consumían el agua del río para tomar y que sólo, algunos días compraban gaseosas o jugo.
La escasez del agua es interminable. Las respuestas de los municipios no alcanzan y las imposibilidades de medios económicos siempre están presentes. Las esperanzas de los maestros, familia y alumnos que viven en la colonia no se terminan pero el deseo por calmar sus necesidades se agiganta. Las situaciones son menos precarias que en otras zonas, sin embargo la espera por respuestas es de la mima medida. “Lo que necesitamos es una ayuda o que nos enseñen. No queremos que nos hagan casas o nos den todo. Estamos cansados de la visita en busca de votaciones y la bolsita de mercadería, que nos den recursos para trabajar, para construir, eso es ayuda suficiente”: Expresaba el maestro Cano en una charla que se mantenía con Lili, una promotora del programa Pro-Huerta y que a su vez presta servicios en la municipalidad de Puerto Vilelas. Ciudad de la cual dependen la escuelita de isla Tacuarí y Soto.
Mientras el día se extendía y las horas se escapaban de nuestras manos, los mates, las palabras y las charlas a menas, se comenzaban a despedir. Los niños, que correteaban por el predio, preparaban algún pequeño regalo para no dejarnos ir con las manos vacías. Sin embargo, su entrega de afecto y cariño llenaban nuestras expectativas. Bastaba de una sonrisa para trasmitir fuerza y esperanzas de que tan pronto, en un abrir y cerrar de ojos, las necesidades estarían satisfechas. No a través del gobierno, tampoco de la bolsa de mercadería, mucho menos de la asistencia de los programas sociales, sino a través del esfuerzo y voluntad que ponía cada uno de ellos para progresar. El animo por aprender y construir un mañana mejor.
Colonia Tacuarí
Coord. Prov. Pro-Huerta Chaco
Prensa y Difusión
Melisa Bogarín
Coord. Prov. Pro-Huerta Chaco
Prensa y Difusión
Melisa Bogarín
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